TORDO COMÚN

Página 4


Otra leyenda: el motivo por el cual el Tordo no construye su nido.

Hace años, cuando los pájaros aprendieron a volar e iban a enseñarles a construir su vivienda, la vizcacha ofrecía una fiesta, y cuando se dirigía a hacer las invitaciones se encontró con el pirincho:

-¿Para dónde va tan apurada, mi buena señora Vizcacha? –pregunto el Pirincho.

-Voy a encontrarme con unas compañeras para ultimar los preparativos para la gran fiesta.

-¿Qué fiesta?

-Pero, ¡cómo! ¿Usted no lo sabe? ¿No lo han invitado? Mañana a la noche damos una fiesta que hará época.

-Pero, ¿cómo se les ocurre hacer una fiesta de noche? Sólo los murciélagos y ustedes irán a ella.

-¿Pero usted no sabe que las grandes fiestas se hacen de noche?

-Sin sol, para mí no hay fiesta.

-Pues queda usted invitado, y trate de no faltar.

Cuando se alejaba la Vizcacha, apareció el tordo y preguntó de que se trataba:

-¿Quién habló de baile con gran comilona? ¿Quién dijo que daban un premio al mejor bailarín? Que sea de día, de tarde o de noche, pero que sea buena.

Usted amigo Pirincho, no sabe de fiesta y de noche, si a esta hora anda tiritando. Me gusta la idea, y tenga la seguridad de que no faltaré.

La Vizcacha invitó a otros pájaros, pero casi todos se disculparon diciendo que no podrían asistir porque les estaban enseñando a hacer el nido.

La noche del baile se presentaron la pareja de tordos, y fueron los primeros. Luego llegaron los grillos y las ranas, y en seguida comenzó la música.

Los tordos bailaron toda la noche hasta que cansaron a los músicos. A la mañana temprano les entregaron el premio por ser los mejores bailarines.

Los otros pájaros que no asistieron habían hecho acopio de paja, de barro, de plumas, de palitos, con lo que construyeron sus casas, mientras los tordos bailaban.

Por eso dicen que los tordos duermen en cualquier parte, donde los pilla la noche.

Javier Villafañe. Historia de Pájaros. Buenos Aires, 1957

 

Una hermosa estampa del amanecer... ¡con tordos!

Amanece. Vellones de niebla se tisan en los árboles. Se deshacen  y se deshilachan al pasar por los espinillos y las tuscas. La cortina de la cerrazón se abre como piel de fruta, y deja ver la pastura del campo como en brumas. Ya comienza a levantarse la niebla dormida. El cielo se aclara en listones rubios, y nace un río ancho de color de la cereza en el firmamento naciente. La mañana fría florece en escarcha que cubre la tierra y la pastura. Brota el sol como un disco de oro y se oye el canto de los pájaros que lo saludan de las arboledas cercanas: “Buen día, sol; danos calor para este día”.

Ya la hacienda ennegrece los potreros alfalfados; algunos vacunos, bajo una enramada, siguen echados y quietos, rumiando, con la mirada en la distancia. Y allí, en uno de ellos, en una de sus astas, está asentado un pajarito negro; como un goterón de noche, como un punto sobre la “i”. Es un Tordo Renegrido con centelleos metálicos, amigo de los vacunos y de los caballares, que busca en la cabeza de los animales su alimento mañanero.

 Carlos Villafuerte. AVES ARGENTINAS Y SUS LEYENDAS. Ed. Corregidor, 1978.


VOCES

Volver a Tordo Común, página 1