PINGÜINO DE MAGALLANES

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Una historia con el Pingüino

Cuentan que en épocas remotas el pingüino no era tal como lo conocemos ahora. Por aquellos tiempos era uno de los grandes pájaros del cielo. La envergadura de sus alas superaba la de los cóndores; igual que ellos podía volar hasta mas allá de las altas cumbres. Dicen que era capaz de subir en línea recta hasta atravesar las nubes mas lejanas, desaparecer en un punto del cielo y desde ahí lanzarse en picada hacia el suelo.

Era famoso por la velocidad que conseguía en un solo aleteo. Su juego preferido era ganarle una carrera hasta la playa al primer rayo del sol que asomaba por el mar. Las aves se reunían en la orilla a mirar la carrera y festejaban con chillidos de entusiasmo cada vez que el pingüino ganaba.

Pero cuentan que un día el pingüino se empezó a interesar más por los aplausos que por el juego.

Cada vez estaba mas orgulloso de sus hazañas y se sentía un pájaro único. Comenzó a mirar con cierta arrogancia al resto de los animales. Y a medida que pasaba el tiempo, se volvía cada vez mas vanidoso. Hasta que terminó convencido de que era el mas extraordinario de los pájaros.

Los otros animales admiraban tanto sus proezas que lo seguían aplaudiendo y vivando y hasta había quienes apoyaban que el pingüino se hubiera vuelto un poco fanfarrón.

Así sucedió que, poco a poco, el ave se fue aislando.

Pingüino pichón

   No invitaba a nadie a volar porque ninguno de los otros llegaba tan alto, ni tenía con quien salir a pasear porque no había quien pudiera seguir su ritmo de vuelo, ni le interesaba jugar carreras porque siempre llegaba primero a la meta.

Y un día se dio cuenta de que se había quedado solo. Y, solo como estaba, se empezó a aburrir.

Aburrirse es una de las peores cosas que le pueden suceder a alguien. Aburrirse un día o dos no es problema, pero aburrirse todas las horas de todos los días durante meses, eso si que es un problema. Entonces empezó a buscar diversión.

Descubrió que desde lo mas alto del cielo, el mar se veía como una mota azul y que los peces no se distinguían.

Se le ocurrió una idea que lo llenó de satisfacción: como no podía competir con otros, iba a competir consigo mismo demostrando una nueva habilidad. Lo que iba a hacer era tirarse en picada desde la nube mas alta para cazar peces de un solo picotazo.

Hizo la prueba y, en el primer intento, consiguió cazar a un pequeño pez que nadaba distraído cerca de la superficie. Divertido con una hazaña, remontó otra vez vuelo y volvió a probar.

Una y otra y otra vez, siguió su juego toda la mañana. Los peces que nadaban tranquilos morían sin siquiera enterarse de lo que estaba pasando.

Así estaban las cosas cuando una gran ballena del mar del Sur vio lo que sucedía. El enojo que esto le produjo salió por su lomo en forma de un chorro de agua que alcanzó diez metros de altura. Al salir el agua lanzaba un clamor desconsolado que se podía escuchar de uno al otro confín del océano. Y sus ecos llegaron al Dios de los animales marinos. Disgustado, el Dios salió al pórtico de su palacio de piedra azul situado en pleno abismo del océano.

-¿Que sucede? - preguntó y, sin perder tiempo, mandó a buscar a la ballena.

- Nunca vi una matanza mas estúpida y cruel. El muy tonto va a terminar con todos los pequeños peces -se quejó la ballena.

El Dios meditó un instante y luego la sereno díjole que él mismo se iba a ocupar del problema.

De inmediato mandó a llamar al pingüino.

¿Qué es lo que te propones con esa matanza de peces? - le preguntó con severidad cuando lo tuvo frente a él-.

El ave hizo un chasquido breve, se encogió de hombros, miró hacia otro lado y sin preocuparse contestó:

- Con tantos peces que hay en el mar, qué importa si cazo algunos.

- Ajá -dijo el Dios -, veo que el poder se te ha subido a la cabeza.

Y sin agregar palabra empezó a caminar en círculos, que era el modo que caminaba cuando iba a tomar una decisión importante. Cuando por fin se detuvo, miró al pingüino y le dijo:

- Es malo que estés tan solo; eso es lo que hay que remediar.

Entonces hizo una señal y las alas del pingüino se cortaron de tal modo que ya no pudo volar.  

Y quedó así, tal como lo conocemos hoy.

Por supuesto su vida cambió. Tuvo que aprender a nadar y, al hacerlo conoció a los peces de cerca. Aprendió a caminar y conoció a las tortugas, a los lobos marinos y a los animales de la playa.

Pingüino pichón

Desde entonces ya no consiguió ganar ningún campeonato de velocidad. Pero no le preocupó porque a cambio de eso ahora tiene una multitud de amigos.


Voz (reclamo) de Pingüino pichón

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