En cualquier lugar que el hombre construya
una casa y plante un árbol, el chingolo viene a hacerle compañía. Porque
sin ser tan doméstico como el gorrión -con quien se lo compara
habitualmente- el chingolo no parece temer demasiado al hombre, ya que no
solo frecuenta parques, jardines y lugares poblados en general, sino que
hasta es capaz de aventurarse en los patios de las casas en procura de
alguna miguita de pan.
El chingolo ha demostrado ser una especie dotada de
gran capacidad de colonización. Su área de distribución es sumamente
amplia (desde México hasta el Cabo de Hornos).
Los chingolos abundan en
zonas de cultivos. Mansos y curiosos, frecuentan la periferia de las casas y
se acercan al hombre. Aunque no son aves de hábitos gregarios,
ocasionalmente forman bandadas de centenares de individuos que se dispersan
fácilmente si algo las perturba.
El chingolo es un pájaro confiado. Suele
frecuentar los lugares habitados por el hombre y se acerca a las casas en
busca de restos de alimentos. También se lo puede ver en las zonas rurales, terrenos con arbustos y
montes y costas de espejos de agua.
En
una palabra: en tu recorrido por cualquier lugar de la Patagonia,
seguramente tendrás avistajes de chingolos.
Es inquieto y veloz en el vuelo. En tierra camina a los saltitos. Se
acuesta más tarde que otros pájaros, de modo que se lo escucha cantar ya
muy avanzado el crepúsculo cuando los otros ya duermen. Se espanta
con facilidad. Es un ave de vida terrestre, de patas
adaptadas para posarse en los árboles, con tres dedos orientados hacia
delante y uno hacia atrás.
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